Todo muy quieto en la ciudad esta noche. Las doce en punto, cuando todo lo que está bien huye como un perro apaleado y las negras sombras viven junto a los muertos. Poesía malsana en mal inglés, carne y sangre y caras que miran fijamente...
Desesperado y gris, fuerte como el acero pero muerto en su interior, el cuervo ríe bajo una farola. Una sonrisa vudú de alguién que vivió y murió y aún está vivo...
Camina hacia su casa, donde puede perder su sombra en la oscuridad y pintar su rostro con los colores de la alegría.
Esta noche el infierno envía a un ángel cargado de regalos... AL ROJO VIVO
En la ciudad, donde los ángeles no se atreven a flotar y los demonios cantan baladas, el sexo de la noche deja caer su negro cabellor narcótico bajo una luna opiácea y amarilla. Ahí va la sombra de una sombra, un fantasma terrenal que tirita, no por el frío de octubre, sino por un erótico dolor. Le dice a su amante muerta: "Nunca debimos venir aquí, con una carne tan suave y unos corazones tan ingenuos, pero como los tigres entre la alta hierba, como cristo en el huerto de Getsemaní, nos tragamos el miedo y vinivmos aquí". Ahora todas las trocidades se proyectan de nuevo, como en una sesión de madrugada. "Vinimos aquí pero nunca debimos quedarnos. Aunque teníamos inercia, autonomía y aguante, cogimos el último tren hasta la muerte." El cuervo se refugia en un sueño roto, y el único sonido que le sale es... CÓMO UN GRITO CÓNCAVO.
The Crow - J. O'Barr
1 comentario:
Maravilloso
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