Dicen por ahí que Dios nunca cierra una puerta sin abrir una ventana.
Vereis, yo no creo en él, pero me ha sucedido algo parecido. Sentía que todo a mi alrededor se oscurecía, que ya nunca más podría volver a encontrar a esa persona que tanto buscaba, pero que ni yo mismo sabía muy bien quien era. Entonces cuando creía haberla encontrado la puerta se cerró de golpe, dejándome totalmente a oscuras. No sabía dónde estaba, no sabía que hacer, me hundí en la desesperación, porque lo único que sabía era que había fracasado. Sí, me había dado cuenta de que no había encontrado eso que buscaba...
Entonces, sumido en las tinieblas de la oscura habitación en la que me encontraba comencé a plantearme qué era en realidad lo que buscaba. Así pasó el tiempo, tras cerrarse la puerta estuve reflexionando sobre los motivos de mi búsqueda, esa búsqueda que me hizo recorrer tanta distancia para acabar fallando.
Fue en ese momento, cuando mi mente ya no era capaz de seguir dándole vueltas a tremendo revoltijo de hipótesis y suposiciones cuando se me abrió, o mejor dicho, me abrieron una ventana. Sentí como los rayos de luz que penetraban por ella me quemaban los ojos, ya acostumbrados a mi mundo de dudas alejado de toda luz.
Tenía miedo, pánico a saber que era lo que había tras aquella luminosidad. Me mostraría aquella luz, aquella pequeña salida la respuesta de qué era lo que estaba buscando. Ahora que creía tenerla tan cerca, un profundo temor me invadió, ¿de verdad quería saberlo? ¿Era eso tan importante como para arriesgar mi más bien fingida estabilidad entre las sombras?
Nunca hallé las preguntas a estas respuestas, pero me levanté, me puse en marcha y corrí hacia la ventana cuál náufrago que nada con toda su fuerza hacia el salvavidas. Cada vez que me acercaba sentía como aquel resplandor que me habían proporcionando me bañaba por completo. Creí entonces que se despejaban mis dudas, aceleré el paso, mis músculos hacían todo el trabajo que no habían hecho hasta ahora. Corrí hacia la ventana, creí que allí encontraría la respuesta, tan temida meta. Pero justo antes de cruzarla, antes de dar el último paso que me permitiría atravesarla fui capaz de vislumbrar otra luz. Sólo una pequeña luminosidad apenas perceptible, pero que mis ojos pudieron distinguir al haber estado tanto tiempo pensado en ella. Era la luz de la puerta, volvía a estar abierta. Me detuve en seco y tras mirar la puerta apenas abierta una rendija por la que entraba aquel resquicio de luz, me di cuenta de que... había sido yo quién la había cerrado. Había sido yo quién antes había huído de allí, que me había evadido para acabar en la oscura habitación. Fue entonces cuando me di cuenta del frío que sentía, fue entonces cuando recordé lo que estaba buscando, fue entonces cuando creí ver mi meta en mi mente una vez más, fue entonces cuando comprendí que añoraba el calor que se filtraba por la pequeña abertura de esa puerta que se había abierto de nuevo...
Miro la ventana, no soy capaz de decidir, el miedo al rechazo me acecha si cruzo la puerta... Me pregunto si me volverán a querer al otro lado algún día y si podré aguantar en la gélida y tenebrosa habitación sin caer en la tentación de atravesar la ventana todavía abierta de par en par...
Titubeo, siento el frío, quiero volver a sentir tu calor al otro lado...
Vereis, yo no creo en él, pero me ha sucedido algo parecido. Sentía que todo a mi alrededor se oscurecía, que ya nunca más podría volver a encontrar a esa persona que tanto buscaba, pero que ni yo mismo sabía muy bien quien era. Entonces cuando creía haberla encontrado la puerta se cerró de golpe, dejándome totalmente a oscuras. No sabía dónde estaba, no sabía que hacer, me hundí en la desesperación, porque lo único que sabía era que había fracasado. Sí, me había dado cuenta de que no había encontrado eso que buscaba...
Entonces, sumido en las tinieblas de la oscura habitación en la que me encontraba comencé a plantearme qué era en realidad lo que buscaba. Así pasó el tiempo, tras cerrarse la puerta estuve reflexionando sobre los motivos de mi búsqueda, esa búsqueda que me hizo recorrer tanta distancia para acabar fallando.
Fue en ese momento, cuando mi mente ya no era capaz de seguir dándole vueltas a tremendo revoltijo de hipótesis y suposiciones cuando se me abrió, o mejor dicho, me abrieron una ventana. Sentí como los rayos de luz que penetraban por ella me quemaban los ojos, ya acostumbrados a mi mundo de dudas alejado de toda luz.
Tenía miedo, pánico a saber que era lo que había tras aquella luminosidad. Me mostraría aquella luz, aquella pequeña salida la respuesta de qué era lo que estaba buscando. Ahora que creía tenerla tan cerca, un profundo temor me invadió, ¿de verdad quería saberlo? ¿Era eso tan importante como para arriesgar mi más bien fingida estabilidad entre las sombras?
Nunca hallé las preguntas a estas respuestas, pero me levanté, me puse en marcha y corrí hacia la ventana cuál náufrago que nada con toda su fuerza hacia el salvavidas. Cada vez que me acercaba sentía como aquel resplandor que me habían proporcionando me bañaba por completo. Creí entonces que se despejaban mis dudas, aceleré el paso, mis músculos hacían todo el trabajo que no habían hecho hasta ahora. Corrí hacia la ventana, creí que allí encontraría la respuesta, tan temida meta. Pero justo antes de cruzarla, antes de dar el último paso que me permitiría atravesarla fui capaz de vislumbrar otra luz. Sólo una pequeña luminosidad apenas perceptible, pero que mis ojos pudieron distinguir al haber estado tanto tiempo pensado en ella. Era la luz de la puerta, volvía a estar abierta. Me detuve en seco y tras mirar la puerta apenas abierta una rendija por la que entraba aquel resquicio de luz, me di cuenta de que... había sido yo quién la había cerrado. Había sido yo quién antes había huído de allí, que me había evadido para acabar en la oscura habitación. Fue entonces cuando me di cuenta del frío que sentía, fue entonces cuando recordé lo que estaba buscando, fue entonces cuando creí ver mi meta en mi mente una vez más, fue entonces cuando comprendí que añoraba el calor que se filtraba por la pequeña abertura de esa puerta que se había abierto de nuevo...
Miro la ventana, no soy capaz de decidir, el miedo al rechazo me acecha si cruzo la puerta... Me pregunto si me volverán a querer al otro lado algún día y si podré aguantar en la gélida y tenebrosa habitación sin caer en la tentación de atravesar la ventana todavía abierta de par en par...
Titubeo, siento el frío, quiero volver a sentir tu calor al otro lado...
5 comentarios:
"Soledad era independencia, yo me la había deseado, y la había conseguido al cabo de largos años. Era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas."
(El lobo estepario. Herman Hesse).
No sé quién es ese tipo, pero se nota que era un amargado XD La mejor forma de disfrutar la soledad es en la mejor compañía.
Se llama Harry Haller
Prefiero hacer de mi vida un espacio reducido, alborotado por la gente a la que quiero y lleno de "vida" antes que reducirlo a un imenso mundo de soledad, sin poder sentir el calor humano de la persona a que que amo junto a mi o sin la siempre grata y dulce compañía de mis amig@s.
Al fin me he decido a cruzar la puerta entreabierta. Gracias por dejarme estar junto a ti al otro lado de nuevo.
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